20 jun 2011

Algo sucede que debemos entender mejor...

Algo sucede en España, en Inglaterra, en muchos países.. que no alcanzo a entender con todo detalle: ¿Cómo se han dado las cosas para que más de medio millón de personas salgan a marchar juntos en cada ciudad.. por su libertad y la exigencia de que la ciudadanía sea un actor principal en las decisiones de Estado?
¿Qué hace diferente a mi país? ¿Qué debemos hacer, o provocar, para que la gente que está "hasta la madre" de tantas cosas se decida a participar?

11 jun 2011

Mi 10 de Junio de 1971

De nuevo, como en 1968, había esa atmósfera en casa gracias a la frecuente presencia del Tío Tomás. En ese entonces yo tenía ya  18 años y me disponía a entrar a la UNAM a la entonces Escuela de Economía. Pero era el tío Tomás quien exaltaba los nervios y la enjundia por volver a asistir a una manifestación., finalmente y tras varios años, se reconstruía el movimiento estudiantil, incluso con la participación de muchos de los líderes del 68. El, en ese entonces había egresado de la Facultad de Ciencias y era profesor de física y matemáticas en una escuela privada, se había casado con Irene y, tal como en 68, nos convidaba a participar junto con él en la marcha que estaba convocada para partir del Casco de Sto. Tomás, por la avenida de los maestros. Las demandas recogían muchas de las de años atrás como la excarcelación de los presos políticos, democratización de la Enseñanza, desaparición de la Junta de Gobierno de la UNAM, la disolución y desaparición de numerosos grupos de "porros" que asolaban diversos planteles educativos y se añadía ahora la creación de una nueva ley Orgánica para la Universidad Autónoma de Nuevo León.

En tanto nos poníamos de acuerdo para asistir, recuerdo haber revivido en mi mente la manifestación del silencio del 68, aquella que culminó en el Zócalo con miles de estudiantes organizándose en pequeños grupos, los unos cantando y desplegando bolsas de dormir para pernoctar sobre la plancha. Recuerdo también cuando fueron izadas en el asta-bandera ropas negras y rojas amarradas entre sí. Recuerdo también el habernos acercado al Zócalo al día siguiente. Labor infructuosa dado el gran número de tanques, y soldados, en las calles aledañas. Pero en el asta-bandera ondeaba ahora una enorme bandera rojinegra, muy distinta de la improvisada la noche anterior antes de retirarme a casa con mis quince años y mi gran ensalada de emociones e ilusiones por el ambiente y la atmósfera que viví ese día.
Hay muchos detalles que pertenecieron a puentes neuronales ya marchitos, sin embargo recuerdo que tardamos en haber comenzado a marchar, corría el rumor de que aún se discutía por los líderes estudiantiles si era prudente o no realizar la marcha ya que había fuerte presencia de las fuerzas policiales y de soldados, se decía. Comenzamos a caminar junto al contingente de Ciencias, al lado de Tomás e Irene. En breve me encontré con Nanuc quien comenzó a marchar junto a nosotros, de vez en vez separándose para tomar fotografías desde algún punto que le permitía encontrarse a mayor altura. 
Conforme avanzábamos se escuchaban rumores que llegaban de voz en voz desde el frente de la marcha: "hay una barrera policial adelante", "hay tanquetas en las calles laterales y barreras de granaderos a pie y a caballo". De alguna manera la tensión crecía, sobretodo porque conforme avanzábamos pudimos corroborar la presencia de tanques y tanquetas en las calles frente a la barda de los planteles educativos. El ritmo se hizo lento y tenso, paramos varias veces...


No recuerdo el momento, pero se produjo una desbandada poco antes de llegar al cruce con la calzada México Tacuba, corrimos y procuré hacerlo cerca de Tomás. Perdí de vista a Nanuc y desembocamos agazapados primero muy cerca de la entrada al metro sobre la Calzada. Pude ver luchas cuerpo a cuerpo entre hombres armados de largos palos que producían toques en los cuerpos de sus adversarios, la lucha era casi cuerpo a cuerpo y grandes grupos de personas intentaban dar un rodeo a tal escenario. Sonaron disparos, pocos pero detonantes de un pavor que da fuerzas desconocidas en uno mismo. Devisé a Tomás a unos metros de mi, haciéndome señas de acercarme a él, cuando alguien grito !Ahora! !Crucemos la avenida! Más de un centenar de agazapados tras autos y banquetas nos levantamos a correr y cruzar... Imágenes indelebles: un chico no mayor de doce o trece años arrodillado, con la camisa ensangrentada, a media calle; algunos cuerpos yacían inmóviles sobre el pavimento a mitad de la calle. Disparos, cada vez más frecuentes. Hombres en la contra-esquina con pistolas en la mano, apuntándonos, disparándonos. Correr.. correr hasta terminar de cruzar, evitar tropezar con alguien, escabullirse y perderse del sonido de las detonaciones.. apenas cruzamos y entramos a la calle de Tlaloc hubo nuevas detonaciones una tras otra. Entramos en la puerta de algún garaje, a mano derecha sobre la calle, que alguien abrió para dar cobijo a los que éramos agredidos. Llegué frente a la puerta y miré atrás, Irene que venía atrás de mi alcanzó a entrar, y pude ver una gran desbandada que desembocaba apenas del otro lado de la calzada, nosotros habíamos formado parte de un contingente de los que estaba al frente, detrás de nosotros marchaban miles. Como las bocacalles transversales estaban llenas de barreras policiales y a la derecha eran altas y continuas las rejas de los planteles educativos todo parecía desembocar en la Calzada. Por supuesto sobre la calle no había movimiento alguno de vehículos.
Los disparos crecieron en número y entré en aquel garaje lleno de personas, calladas, con el coraje a flor de piel y aterrorizadas.
¡Cabrones! se escuchaba decir en voz baja a alguno y varios susurros le acallaban, estábamos apenas a unos veinte metros de la esquina con la Calzada. Afuera las detonaciones callaban por momentos para reanudar su espantoso sonido momentos después, intermitentes, algunas demasiado cercanas, sobre la calle en la que estábamos, otras más lejanas.
¡Debemos salir de aquí! Están afuera y van a buscar en las casas como en 68... fue la frase que comenzó a rondar en aquella atmósfera.
Había quienes fisgoneaban la calle a través de la rendija en que se deposita el correo.  
"Ya no se ven, ni se escuchan tiros". Fue detonador para abrir con cautela esa puerta de metal, atisbaban por la entrepuerta el exterior. No faltó quien pedía que la cerraran de nuevo, pero pudo más la  necesidad de salir y alejarse de allí. Se abrió un mayor tramo la puerta y salimos varios corriendo sin mirar atrás. correr era vital, era la forma de salir...
No recuerdo bien si recomenzaron los disparos o con gritos nos amenazaban, pero había que guarecerse de nuevo. Había recorrido ya unos cincuenta o sesenta metros más sobre la calle de Tlaloc, frente a mí a mi izquierda alguien comenzaba a cerrar otra pesada puerta metálica de garaje a la que vi que algunos de quienes salieron conmigo intentaban acercarse. Aceleré como pude el paso y cargué contra la puerta que se abrió de nuevo. Quienes me seguían se internaron detrás de mí en ese nuevo espacio, un largo garaje sin techo en el que se encontraban ya varias personas escondidas. Creo que Tomás e Irene también siguieron esos pasos y entraron después de mi. Con el empujón que di a esa puerta había aventado a quien intentaba cerrarla desde adentro y una vez adentro vi e intenté ayudar al dueño de la casa a quien empujé con ese golpe. 
La puerta fue cerrada de nuevo y se escuchaban nuevas detonaciones afuera, en la distancia del cruce de la Avenida de los Maestros y la Calzada. Esperamos no sé cuanto tiempo en ese patio interior...
El siguiente recuerdo que tengo es de un par de horas después, ya lejos de la Calzada, sobre la calle de Tlaloc. Tomás e Irene habían entrado a alguna casa a buscar algún teléfono para hablar, yo me encontraba sobre la acera, en la calle.. las detonaciones eran ya muy espaciadas y se escuchaban en la lejanía, debíamos estar a no menos de tres o cuatrocientos metros del cruce de la Calzada. Intenté por alguna razón el mirar, escudriñar, hacia la Calzada y ello me hizo adentrarme en la calle para otear el movimiento . Un par de detonaciones lejanas.. De repente sentí un siseo junto al oído...
Cuando recobré el sentido vi a varias personas a mi alrededor, estábamos ya de nuevo sobre la acera de la banqueta, me habían movido de la calle. Una señora, junto a mi sostenía un vaso con agua, la que después supe contenía azucar, misma que me habían dado de beber para hacerme reaccionar tras mi desmayo. ¿Se encuentra bien joven?

Buscamos el automóvil y a casa... Los recuerdos posteriores  de ese día me evaden. Solo supe después que Nanuc brincó la barda de rejas de un plantel educativo y le pidió el suéter del uniforme a algún jovencito que salía de la escuela y se lo puso, lo que hizo que pudiese salir sin convertirse en blanco. También mi primo Jose Luís, que había marchado con el contingente de Filosofía y Letras, había tenido que pasar toda la tarde en un pequeño departamento gracias a los propietarios que les abrieron las puertas en alguno de los pequeños edificios frente a los planteles educativos y hasta la noche, ya tarde, pudieron salir con todo sigilo quienes estaban escondidos allí y que, en complicidad con los propietarios, habían evitado hacer ruido alguno ante llamadas, amenazas y golpes en las puertas de los departamentos, igual que sucedió en Tlatelolco años atrás.
Hoy aún no se castiga esa impune agresión a la marcha (más de 40 asesinados, incluyendo a quienes fueron buscados y asesinados en las clínicas cercanas adonde compañeros les habían llevado para atención médica) realizada por el grupo de choque de los "halcones" y quienes los controlaban y usaban.