No hace falta ser mago para ver con claridad la intención del poder cuando apuesta al desgaste del enorme movimiento popular.
Es cierto, en esta ocasión que Andrés Manuel López Obrador es, sin duda alguna, quien sostiene el epicentro principal del movimiento. Su actitud oscila entre la apretada forma de los protocolos legales en torno a la elección, hacia los cuales se enfila y dirige con sorna, y la sensación de mantener detenida y en vilo una detonación de potencial insurgencia. Otra cosa es la impresión que un análisis frío pueda arrojar sobre los pasos que puede o debe, tal vez, seguir todo un movimiento "contra la imposición".
Imposición es un término sobre el que vale la pena detenerse. Algo, en este caso "el próximo presidente de México" nos es impuesto al margen de la voluntad ciudadana. Esto tiene una connotación compleja ¿Cómo es que se nos impone si votamos mas del 63% de los mexicanos inscritos en el padrón? Y nos viene a la mente lo sucedido en las elecciones previas en 1988 y en 2006. La conclusión que tuvimos tras la primera de éstas era que, si lo que se buscaba era obtener la victoria en unas elecciones, tenía que arrebatársele la organización electoral federal al Gobierno quasi-perenne del PRI. La segunda nos dejó como conclusión que solo un movimiento masivo, vigilante y organizado podría aplastar a los nuevos métodos del fraude que construía y perfeccionaba gradualmente para tales episodios el poder.
Si concebimos que estamos en un régimen político que se precia de ser por lo menos una "joven democracia" como la han caracterizado numerosos analistas - y nos apartamos de la influencia que la actual coyuntura tiene en la mente y sentimiento de tantos en estos momentos - podemos recorrer y observar que han sido arduas las luchas que en el pasado se han dado para poder llegar a tener un congreso con presencia real de una oposición al viejo régimen. Inicialmente fue la lucha por incluir la fórmula de las circunscripciones plurinominales la que abrió la puerta a la presencia real de esa oposición dentro del congreso; nace también un organismo de alguna manera autónomo, gracias a su novedad por extraer del Gobierno la responsabilidad de organizar las elecciones federales, el IFE, con José Woldemberg a la cabeza (un estudioso de los sistemas políticos y militante de la izquierda de entonces). Se nutre dicho organismo del título de "institución ciudadana" y sin duda era grande la expectación popular y esperanza que cobijaban a esta naciente institución.
En esta segunda ocasión se tenía ya una institución ciudadana que organizaría las elecciones. Se mantuvo también el esquema de una sola vuelta en la misma, aún a sabiendas de lo sucedido en 1988 y de la notable creatividad fraudulenta del aparato Gubernamental demostrada en aquel entonces y mediante la cual ascendieron al poder tanto Carlos Salinas de Gortarí como Ernesto Cedillo Ponce. Confluyeron muy diversos factores que posibilitaron, en aquél entonces, el que un candidato del PAN fuese despegando en las encuestas al grito de !Saquemos al PRI de los Pinos! De ahí que durante la última etapa de la campaña hubo votos de la izquierda (el famoso voto útil), en aras de una alternancia y un nuevo modo de entender las reglas de la política en México, que se orientaron hacia la firma de un compromiso (obviamente olvidado a los cinco minutos de su firma) por Vicente Fox.
El advenimiento del PAN al poder presidencial tan solo demostró una desagradable continuidad de los modelos económico y de "asistencia" social implantados por el PRI. De hecho el Panismo fue incluso menos creativo que el propio PRI tanto en su discurso como en su desapego a los hechos económicos que pudiesen acercarlo a los sectores más desprotegidos de la sociedad mexicana. Era aún más transparente que el PRI en su política de apoyo a los sectores económicos de la gran empresa, fuese nacional o transacional, y la industria mexicana aceleró su transferencia, como propiedad, a empresas extranjeras. Lejos han estado los gobiernos panistas de orientar la economía hacia una mejor distribución del ingreso y un fortalecimiento del mercado interno. Todo lo contrario, siguieron la pauta de seguirnos vendiendo como un país de mano de obra intensa y extremadamente barata, por lo que no costó trabajo intensificar la inversión del extranjero en México sin que ello intensificase una mejor distribución del ingreso. Las fatuas intenciones del "presidente del empleo" demostraron ser tan solo palabras dichas para convencer a los incautos y necesitados de empleo. El ingreso por familia continuó su continua e incesante caída que por décadas ha resultado imparable.
¿Para qué mover al aparato que resultó tan amistoso en 2000 y 2006 al Gobierno Panista? Aún incluso, después de observar la permanente acción dentro de los crecidos gobiernos estatales, ahora virreyes en sus respectivas entidades, de la maquinaria priísta que condujo a sofisticados fraudes locales, más que suficientes, para arrebatar al PAN y a las izquierdas los gobiernos locales en diversas entidades... Se afilaba ya el fraude mediante tarjetas de crédito y débito, tal como han confesado ya diversos Gobernadores priistas - intentando con ello menospreciar los métodos de la maquinaria durante la elección presidencial - Se usaron medios regionales de radio y televisión en forma estratégica mediante transferencias monetarias inmensas y fantasmales para seguirles la pista. ¿Acaso no estamos en un país casi-paraiso fiscal para el lavado de enormes capitales financieros?
Hoy apuestan los dos partidos del poder por el desgaste de un movimiento de escala nacional que bien podría irse desdibujando conforme pasen los meses.
Yo, en lo personal, sigo apostando por una parte por el movimiento estudiantil de #132, y por otra, en la conformación de partidos ideológicamente consistentes que ofrezcan programas ostensiblemente válidos para buscar una transición. Siento que de ahí saldrán las nuevas formas de prepararse para una elección, si es que continuamos buscando esa, como la forma más viable de transitar hacia un mejor camino para todos.
