9 may 2010

¿Y qué hacemos?

La situación de Grecia hoy es más que sintomática. Las clases de una sociedad en la que se han agudizado la merma de las condiciones básicas de vida, las expectativas de futuro de los grandes sectores de la población trabajadora, las voracidades de las empresas transnacionales así como el sector clave de las mismas, el sector financiero, tienen a los más amplios sectores de la población trabajadora en las calles, luchando por la dignidad de los seres humanos que cohabitan en una nación. Para el resto de Europa parecerían ser los afectados por un virus terrible que brota con las injusticias y se busca aislarle y minimizar sus contagiosas tenazas de expansión hacia los sectores laborales de los demás países. Sin embargo la cepa del virus no es tan novedosa, solo transmuta cuando algún nuevo latigazo del sistema provoca la crisis financiera, crisis especulativa, crisis de ganancias, crisis de desempleos, crisis de conciencia histórica y social y expulsa a cientos de miles a rascarse con sus uñas, sin empleo, sin seguridad social, sin existencia (salvo para presionar a los que salvaron el empleo al tener que ofrecerse por menores sueldos y salarios para sobrevivir), llenos de desesperación...
¿Suena conocido en muchos otros países?
Incluso la izquierda europea, en su versión de burocracias con reformas inacabadas y en tiendas de mercado para hacer menos incómodas las formas y las esencias a las jerarquías de una derecha cada vez más recalcitrante y agresiva. Pasos inseguros de reformas sociales, de caminos hacia un bienestar que paso a paso   se tropiezan con nuevas cuevas de corrupción financiera que generalizan malestar, asustan a la inversión, despiden trabajadores y asolan cualquier ensanchamiento de los derechos sociales, incluso recrean limites a la baja en los servicios ganados por miles de luchas de las clases trabajadoras poniendo por delante el riesgo de la dignidad de cientos de miles.
Brotan por doquier iniciativas regionalizadas, focalizadas, para disminuir los derechos fundamentales en muchos países. Resurge la intención de provocar pánico al futuro y asestar reformas que atentan a la libertad.
En numerosos paises las izquierdas se pierden en luchas internas y el sarcasmo y ambición pueblan sus grandes divisones.
Los medios televisivos son ahora más que nunca las enormes máscaras y mascaradas de una sociedad inexistente, elitista. Derraman decadencias de las famas que en sí mismos crean y destruyen para desviar cualquier atención en exceso a lo más importante, lo que más afecta a las sociedades por decisiones de poder y negociaciones en lo obscuro. Alientan un "humanismo" atomizado y vuelven anatema la solidaridad y el compañerismo masivo.
Son tachadas de fuera de lugar las mejores iniciativas para unificar bajo un programa, una plataforma la unidad y fortaleza de enormes alianzas por las democracias, por poner freno a las voracidades de un sistema que saca constantemente el cobre de las corrupciones en engaños masivos en lo financiero,  en la salud, en la educación o en los negocios subterráneos que cualquier decisión de poder entraña...
Pensemos en ello, en programas de gobierno que confronten la injusticia del sistema, que creen políticas de estado reales y humanas. Evitemos que los gobiernos borren la historia y eviten dejar al "mercado" subsanar "errores en las mediciones de las tasas de ganancia" y hacen cada vez más material e injusta la vida cotidiana.

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