23 may 2011

Ciudadanía en movimiento

En la actualidad observamos en múltiples países un gran número de movimientos ciudadanos cuya indignación ante la situación que viven, particularmente ante el desempleo y la carencia de futuros de los jóvenes así como la inexistencia de espacios para participar  en las decisiones, a los que se aúnan la reducción de alternativas individuales que les ofrecen las estructuras del sistema o, como es el caso de México, la violencia, el miedo y la destrucción paulatina que éstos entrañan en los llamados “tejidos sociales”, han comenzado a mover por miles a jóvenes y adultos que se niegan a la continuidad de tales situaciones. 
Las opciones burocráticas o partidistas, principalmente en los casos en que dos, o a los sumo tres, partidos se alternan el poder y contienden con políticas semejantes, con sutiles matices que las hacen diferentes, que no traen consigo soluciones más drásticas y solapan las formas y las castas de poder, sean éstas públicas o privadas, frente a las no-posibles opciones y carencias de una ciudadanía (cada vez más “hasta la madre”), -lo que no en balde se ha venido denominando como partidocracias por y frente a la sociedad civil, incluso en las denominadas “democracias europeas”- han detonado el enojo gradual y rebelde de las ciudadanías que se manifiestan en formas diversas en cientos de plazas públicas e innumerables marchas por “la libertad, la dignidad y voz del ciudadano”. 
Tales movimientos castigan finalmente, como es el caso del Gobierno de Zapatero en España, la quietud e indiferencia de los políticos ante la corrupción y el sentir del ciudadano común. 
¿Estamos redescubriendo que la ciudadanía, los movimientos de masas, sí ejercen una presión real sobre las decisiones, o la falta de ellas, de los gobiernos, incluso de los electos previamente?
¿O acaso nos hemos cegado a ver las cosas de otra manera, más libertaria, inducidos y envueltos por los medios y lo “políticamente correcto”?

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