25 may 2011

En torno a la dignidad...

Hoy es una realidad que muchos pronunciamientos, sean estos sociales o políticos o incluso jurídicos hacen ostensibles alusiones a un concepto que aparece y desaparece de tales pronunciamientos tal vez, por no tener claro su significado o por tener la intención de usarlo y manipularlo como escudo de retórica toda vez que la gente, la ciudadanía, encuentra en él un símbolo de algo respetable en sí. Me refiero a la Dignidad.
De acuerdo con WikiPedia (enorme diccionario enciclopédico creado por una porción enciclopedista de la ciudadanía)
La dignidad, o «calidad de digno», deriva del adjetivo latino dignus, se traduce por «valioso»; es el sentimiento que nos hace sentir varios y valiosos sentimientos con nosotros mismos, sin importar nuestra vida material o social. Hace referencia al valor inherente al ser humano en cuanto ser racional, dotado de libertad y poder creador, pues las personas pueden modelar y mejorar sus vidas mediante la toma de decisiones y el ejercicio de su libertad. Valóricamente se tiende a afirmar que el ser humano posee dignidad por sí mismo, que ésta no viene dada por factores o individuos externos, se tiene desde el mismo instante de su fecundación o concepción y es inalienable.

Sin embargo el concepto como tal ha sufrido cambios a lo largo de la historia:
Durante la época pre-moderna, la dignidad derivaba del parentesco uniendo al hombre con Dios y hacía de este primero un ser excelente por ser creado a la imagen de Dios.
El concepto de dignidad, para el mundo occidental, era así un concepto religioso y los motivos de su aparición deben buscarse en el antropocentrismo fomentado en gran parte por la religión judeo-cristiana. Gracias a las cualidades que le fueron atribuidas (pensamiento, lenguaje, etc.) el ser humano podía demostrar su grandeza y superioridad sobre los demás animales: el hombre era el único ser valioso puesto que Dios le consideró digno para otorgarle sólo a él las capacidades más nobles para ejercer su predominio y perfeccionar su conocimiento.
Tanto en la antigüedad, la Edad-Media, el Renacimiento, etc. el valor del individuo derivaba de su filiación, origen, posición social, u otros cargos políticos. En resumen, los individuos nacían con dignidades distintas y desiguales. El individuo podía sentir e identificar su valor y excelencia por la pertenencia a una élite con la cual compartía los rasgos sociales, políticos y económicos.
En la Antigüedad y Edad-Media sentimientos como el valor y el honor impulsaban al individuo demostrar su excelencia y obtener así el reconocimiento de la comunidad en la cual se encontraba. En la época del colonialismo, se decía lo mismo del indígena, al no tener alma y por lo tanto no poseer dignidad humana.
Para justificar la esclavitud se decía que el esclavo no era persona humana, sino un objeto. Durante el nazismo incluso, las etnias se consideraban desiguales: judíos, gitanos y homosexuales eran seres inferiores, luego entonces se les negaba ser dignos. Es constante en la historia de la humanidad negar la dignidad humana para justificar y justificarse en los atentados contra ella.

De acuerdo con diversos pensadores, como Emanuel Kant, la dignidad tendría una explicación por la denominada «autonomía» propia del ser humano:
“Llamamos autónomo a un sujeto cuando se da a sí mismo sus propias leyes y es capaz de cumplirlas. La autonomía de la voluntad describe la circunstancia de que cuando un sujeto se comporta moralmente él mismo se da las leyes a las que se somete, pues dichas leyes tienen su origen en la naturaleza de su propia razón.”
De esta manera sólo el que sabe y puede gobernarse a sí mismo, según un principio racional, resulta "señor de sus acciones" y en consecuencia, al menos parcialmente, un sujeto libre; al regular su comportamiento según normas propias, según el significado etimológico de la voz griega auto-nomía, ya no es un mero súbdito, ya no está bajo el dictado de otro, sino que es un ciudadano.
"La libertad, la moralidad y la dignidad humana del individuo consisten precisamente en que haga el bien no porque esté forzado a hacerlo, sino porque libremente lo conciba, lo quiera y lo ame" escribió Mijail Bakunin.
Sin embargo esa autonomía o dignidad se puede entender solo como un potencial de emancipación respecto a las necesidades e imposiciones naturales o sociales por lo que la educación que reciba el individuo juega entonces un papel esencial. En este mismo sentido, la consecución de la universalidad de la dignidad sería un requisito en la persecución de la humanidad hacia una emancipación y pacificación mundial.
El ser humano, es «siempre digno», porque puede decidir qué ser, porque no es sólo lo que es, sino también sus aspiraciones, sus propios cambios y proyectos personales. Incluso al ser más abyecto hay que reconocerle la posibilidad de ser otra cosa que lo que es. Así, la vida humana es respetable siempre porque puede ser algo más que vida, vida con un sentido y como tal trascendente por ello.
Es cierto que podemos encontrar precedentes a dicha igualdad del género humano en la pre-modernidad. Sin embargo, los tipos de organización social pre-modernos se caracterizaron por su desigualdad, donde el rango de cada uno constituía precisamente su dignidad y valor, justificando una división social entre dueños y esclavos, señores y vasallos, etc. ¿En realidad hemos cambiado esto?
En el campo de la filosofía Jurídica la revolución francesa  (1792) abre un espacio crucial con la “Declaración de los derechos del Hombre” y tras la Segunda Guerra Mundial, en 1948 en la formación de la Sociedad de Naciones se destaca ante todo la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que invoca en su Preámbulo la “dignidad intrínseca (...) de todos los miembros de la familia humana”, para luego afirmar que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos” (artículo 1°). En tal sentido quedó asentada así la referencia a la dignidad, siempre presente en los instrumentos fundacionales del derecho internacional acerca de los derechos humanos nacida luego de concluida la Segunda Guerra Mundial. Con posterioridad, el concepto de dignidad humana fue retomado por los dos Pactos internacionales de derechos humanos de 1966 y por la mayoría de los instrumentos condenatorios de una serie de prácticas directamente contrarias al valor esencial de la persona, tales como la tortura, la esclavitud, las penas degradantes, las condiciones inhumanas de trabajo, las discriminaciones de todo tipo, etc.
En la época moderna, el concepto de dignidad fue así, reformulado: la dignidad del hombre deriva de su naturaleza humana pero dicha naturaleza se desvincula progresivamente de cualquier origen divino. Se hace un elogio de las capacidades humanas pero esta vez deduciendo de éstas mismas la dignidad del hombre, sin acudir a ningún parentesco religioso. A esta reformulación parcial del concepto se ha añadido una más profunda : el hombre es un fin en sí mismo y debe ser tratado como tal y no meramente como un medio. Esta nueva formulación de la dignidad se plasmará en el ámbito jurídico con la aparición de los derechos humanos. Desde ahora, la dignidad humana no sólo tiene un alcance vertical (la superioridad de los seres humanos sobre las demás especies) sino también un alcance horizontal (la igualdad de los seres humanos entre ellos sea cual sea el rango que cada uno pueda desempeñar en la sociedad).
Al reconocer y tolerar las diferencias de cada persona, para que ésta se sienta digna y libre, se afirma la virtud y la propia dignidad del individuo, fundamentado en el respeto a cualquier otro ser. A su vez, una persona digna puede sentir orgullo de las consecuencias de sus actos y de quienes se han visto afectados por ellos, o culpable, si ha causado daños inmerecidos a otros.
La misma dignidad, de acuerdo con nuestros preceptos racionales, nos pone por encima de la naturaleza ya que estamos en posibilidad de transformarla también en nosotros mismos, contenerla, regularla, por tanto nos hace responsables de la misma.
Así, la dignidad es reconocida por los seres humanos sobre sí mismos, como un producto de la racionalidad, la autonomía de la voluntad y el libre albedrío, sin embargo existen concepciones más amplias, tomemos como ejemplo al movimiento por los derechos animales, éste le otorga algún grado de dignidad a otras especies animales en razón de su estadio evolutivo o algún otro criterio biológico, cultural o espiritual, no sin discusión puesto que esto también seguiría siendo un reconocimiento puramente humano.
Vemos entonces que el concepto de dignidad humana ha tenido, y probablemente tendrá, distintas concepciones o fases en su formulación histórica.
Debatir un problema inherente al concepto de dignidad humana que consiste en la presumida vaguedad de su fundamento parece un problema complejo. En este sentido, veremos que algunos autores apuntaron ciertas tensiones entre las bases teóricas de la dignidad y sus implicaciones prácticas.
La filosofía moral y política actual nos introduce el concepto de dignidad mediante casos y discusiones sobre la indignidad de ciertas condiciones (sociales, psicológicas, etc.) donde se encuentran algunas personas o colectivos. Esto aparece en los debates en torno a la eutanasia, la clonación, la situación de los minusválidos mentales, el aborto, la caza indiscriminada de especies animales, etc.
Cabe por lo mismo preguntarse ¿Cuáles son las acciones o medidas más importantes que lesionan la dignidad humana? Tanto en la vida diaria como en largos legajos jurídicos hay múltiples observaciones que ponen de manifiesto una aversión hacia la degradación del valor de la persona y la necesidad de trazar pautas de comportamientos que respetan la dignidad del otro. Podríamos preguntarnos ¿Se debe esto a que la dignidad humana se abre camino por primera vez, o a que nunca ha estado tan amenazada como hoy?

Parecería sin embargo que la reflexión contemporánea tiende a rechazar cualquier explicación racional al fundamento de la dignidad, considerando que siempre dicha explicación es subjetiva y cambiante; no es de extrañar que muchos, frente a la presunta incapacidad de definir la dignidad humana, piensan que de todas formas “una fuerza instintiva, innata, sabrá advertirnos de cuando se desconoce, no se protege o lesiona la dignidad de una persona”. Lo cierto es que en la actualidad la reflexión sobre la dignidad humana hoy se enfoca a estudiar sus posibles vulneraciones.

Si el concepto de dignidad nace en la época pre-moderna, su alcance ha sido desarrollado en la época moderna. De la igualdad de los miembros del género humano se deduce la necesidad de un trato mutuo respetuoso; trato garantizado en particular por las herramientas jurídicas que son los derechos humanos. El concepto moderno de dignidad humana establece así que el individuo es valioso en sí y no por su parentesco divino. Introduce además una novedad: la igual dignidad pretende generar una igualdad jurídica y política de los individuos a pesar de sus posiciones sociales y desigualdades naturales.
La naturaleza humana conlleva así razones que otorgan un valor supremo al individuo de manera que se lo considera como el prius del orden jurídico del Estado de Derecho.
El valor del ser humano deriva de sus capacidades aunque éstas se manifiestan de distintas formas en cada individuo e incluso, no se manifiestan en ciertos individuos.
Cuando decimos que el ser humano es digno, le atribuimos un valor intrínseco es decir ontológico e insustituible. El hombre es así digno por su mera condición y no debe demostrar su dignidad para obtenerla mediante el reconocimiento de los demás.
El ateísmo despoja a la idea de dignidad humana de fundamentación. No es una casualidad que tanto Nietzsche como Marx hayan caracterizado la dignidad sólo como algo que debe ser construido y no como algo que debe ser respetado.
En todo ese debate los hay quienes mencionan la existencia de un cierto vacío de la dignidad humana: mientras que en su forma anterior, el valor del individuo se sostenía en sentimientos que le permitían sentir su identidad, en la modernidad, la dignidad humana parece carecer de fundamento emocional.
Por otra parte, el “vacío” relativo al concepto de dignidad humano podría referirse no sólo a la forma cómo uno siente su dignidad sino también en la dificultad de aprehensión del concepto dado un desarraigo de sus valores constitutivos (razonamiento, autonomía...). Este desarraigo se fundamenta no obstante en una perspectiva humanista del ser humano, donde su dignidad deriva principalmente del valor atribuido a su razón y autonomía, y donde el ser humano se emancipa de los roles sociales impuestos.

El concepto moderno de dignidad humana no niega la existencia de desigualdades entre los individuos. Lo que sí niega es que esas desigualdades naturales y sociales sean la justificación de un tratamiento desigual por parte de las instituciones o un trato degradante entre los individuos. Tal afirmación recuerda la base de la definición moderna de la dignidad que aparece en Kant: “la humanidad misma es dignidad: porque el hombre no puede ser utilizado únicamente como medio por ningún hombre (ni por otros, ni siquiera por sí mismo), sino siempre a la vez como fin, y en esto consiste precisamente su dignidad  en virtud de la cual se eleva sobre todas las cosas”.
Ahora bien, pedir al ser humano que trate de forma respetuosa a otro individuo tiene dos premisas. La primera se refiere a la necesidad de encontrar una forma de regulación social que protege la dignidad de cada uno. Se reconoce en cada individuo un valor absoluto (su dignidad) pero al mismo tiempo cada individuo se percibe como un posible vulnerador de la dignidad, tanto la suya como la de otro. La segunda premisa hace referencia a la condición del ser humano: éste, puede ver su dignidad vulnerada. Esta vulneración no deriva de su consentimiento sino de otro rasgo constitutivo de su naturaleza: la vulnerabilidad del ser humano.

Astillas… que no adendum
Frases recogidas en el movimiento "Democracia real, Ya!" de Madrid: "No somos anti-sistema, el sistema es anti-nosotros", "Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir"…
¿Estamos redescubriendo que la ciudadanía, los movimientos de masas, sí ejercen una presión real sobre las decisiones, o la falta de ellas, de los gobiernos, incluso de los electos previamente? ¿O acaso nos hemos cegado a ver las cosas de otra manera, más libertaria, inducidos y envueltos por los medios y lo “políticamente correcto”?
Pendientes estamos de un posible encuentro de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión con Javier Sicilia y representantes de este movimiento… Ya hay la invitación.

"Toda la dignidad del hombre está en el pensamiento." Blaise Pascal
“En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle."
Mohandas Mahatma Gandhi

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