20 ago 2011

¿Vacíos a futuro?

      Tal vez uno de los flancos de la discusión cultural y política hoy es sin duda la expansión a la educación. ¿La educación como medicina preventiva al desorden, a la violencia, a la insurgencia, al desempleo? La cuestión ha sido, por muchos años, sometida a consideraciones críticas desde muchos puntos de vista pero los acontecimientos en el mundo hoy ponen en un plano relevante esta temática frente a la creciente disociación de la sociedad frente a las estructuras políticas y a la voracidad de un sistema que concentra en formas vertiginosas la riqueza mundial y que aleja las posibilidades de entendimiento entre las cúpulas reales del poder, no solo económico sino subyugante de las estructuras políticas, y la puesta en práctica de mayores proyectos de políticas sociales y económicas de redistribución tanto de derechos como de coberturas sociales y económicas a los trabajadores. 
      Tal vez haya que considerar que la educación, en muchos países, se ha rezagado en términos de grandes masas, comparativamente a los intereses e inquietudes de una generación de jóvenes que miran con desasosiego el incierto futuro. Hay rigidez en muchos sistemas educativos que se adaptan difícilmente a nuevas carreras propias de la atmósfera de nuevas y poderosas tecnologías reservadas para ciertas cúpulas o elites de difícil acceso. La educación tradicional tiene mayor peso que las transformaciones vertiginosas que imponen nuevos parámetros en los descubrimientos de la ciencia y la tecnología y estas vapulean las enquistadas formas de una tradicional enseñanza de enseñanza-aprendizaje que en países como México tienen poco contrapeso dada la correlación de fuerzas en las que pesa más el poder del control y manipuleo político de una enorme porción del magisterio que la necesidad de introducir nuevas formas de concebir y fortalecer la educación masiva de jóvenes que hoy se enfrentan no solo a la progresiva escasez de recursos en el ingreso familiar sino a una escasa capacidad nacional de cobertura y oferta educativa, así como a una oferta laboral polarizada y mermada por la falta de ensanchamiento del propio mercado interno, desigual y empobrecido en su mayoría.
    Los virajes hacia políticas redistributivas en lo económico y lo social están limitadas en prácticamente todo el planeta en virtud de la disociación del capital financiero y la necesidad financiera de los gobiernos de brindar mayor énfasis al combate a las tendencias mundiales del desempleo, pobreza, disminución de la atención a la salud de cada vez mayores sectores desprotegidos, así como a la violencia que se desata en muy diversas regiones producto de una agria disociación en la falta de credibilidad en las estructuras políticas y factores diversos que tienden a trozar el tejido social como son la violencia y corrupción provengan estos del llamado “crimen organizado” como de los diversos engranajes de la corrupción entre el gran capital y su desinterés por el respeto al derecho y a la dignidad frente a sus intereses privados, ajenos a las políticas sociales más allá de tener que atajar un creciente descontento. 
       La mira de los novedosos movimientos sociales en la mitad del planeta está apostando a la presión sobre el Estado, sobre los gobiernos y estructuras políticas partidarias, golpeados todos por las constantes revelaciones de corrupción en los manejos de recursos, atentados de fuerzas públicas contra los derechos humanos, o vínculos con obscuros individuos y organizaciones fuera de la ley, y las generalizadas limitaciones deficitarias de los gobiernos para canalizar recursos financieros hacia políticas sociales así como su creciente incapacidad de negociación frente a los tenedores de la riqueza, al gran capital y particularmente frente al capital financiero. Esto último es crucial para entender la coyuntura de los actuales contextos.

Cito a Miren Etxezarreta, catedrática emérita en España:
 (http://blogs.publico.es/dominiopublico/3868/el-capitalismo-senil/)
“Las estructuras políticas que llamamos democráticas y por las que los países más ricos se rigen desde hace 200 años están siendo cada vez más marginadas. Esta crisis está desvelando con claridad el papel instrumentalizado y subordinado de la política. El poder económico dictamina la política. Los poderes políticos se encuentran impotentes para domeñar estos poderosos agentes, para regular la vida económica, mucho más para dirigirla. Los mercados imponen la orientación económica y la vida política está cada vez más supeditada a sus indicaciones. Es cada vez más dictatorial y está alejada de cualquier objetivo relacionado con el bien común. Las contradicciones entre distintos tipos de capital aumentan. El capital financiero cada vez deja menos espacios para el ámbito de lo real. La producción de riqueza real, la capacidad de producir bienes y servicios, tiene cada vez menos importancia en los objetivos de quienes toman las decisiones, se ha convertido en mero instrumento de la acumulación financiera. No importa si cumplir los objetivos financieros supone deteriorar grave y permanentemente la capacidad de producir riqueza. El único objetivo es el de aumentar la riqueza financiera, el dinero del que se pueden apoderar, aunque esta impresionante acumulación de riqueza consista en poco más que en complicadísimas anotaciones contables de capitales ficticios. El capital financiero fagocita a las fuentes reales de producción de riqueza y en el proceso se devora a sí mismo, pues sólo se produce riqueza en la esfera de lo real.(…)  Este capitalismo es cada vez menos capaz de distribuir la riqueza que se genera de forma que proporcione unos niveles de vida adecuados. La explotación de muchos por muy pocos es cada vez mayor y a su vez genera contradicciones que dificultan el mantenimiento del sistema. La población cada vez puede esperar menos que el empleo le proporcione niveles de vida adecuados, no puede hacer un proyecto para su vida: vivirá cada vez peor y más subordinada a la riqueza de unos pocos. Ni económica ni ideológicamente se legitima el sistema, y de ahí que intensifiquen el recurso a la represión.”

       Observamos que si el desarrollo de los mecanismos de concentración brutal de la riqueza, como son fundamentalmente hoy los mercados financieros y la especulación de capitales volátiles e imaginarios en muchos casos, traen consigo que la verdadera producción de valor, que no es otra que el proceso productivo de mercancías, cuyo valor se desperdiga y reproduce en todo el sector servicios, dentro del cual el sector financiero ofrece la pauta central del control de poder económico, la merma en la producción y productividad de mercancías físicas, por desarrollados o no que se encuentren los mercados de consumo internos de los distintos países, es el hilo delgado de toda la cadena de generación del valor, sin el cual el dinero no tiene validez real. La merma en la producción de mercancías es entonces la disminución de la riqueza. Hoy es la gran paradoja ya que el desempleo y las tendencias a la baja en las remuneraciones del empleo, sea en sueldos o en la disminución de los servicios públicos a nivel internacional traen consigo varios de los límites de la realización del valor de esa producción de valor. 
    He ahí una gran parte de la contradicción fundamental detonante de las crisis a las que se ven sometidos múltiples gobiernos que dependen en gran medida del crédito al financiamiento público de servicios para instrumentar las políticas de bienestar social. En la coyuntura actual, el mercado financiero provoca constantemente esa disociación por el mero afán de concentración de riqueza, todo otro parámetro social es desdeñado. 
      A decir de Eric Hobsbawm “solo un análisis crítico del capitalismo que nos pueda decir adónde vamos y cuál es el potencial de cambio en este sistema... Hoy hay diversos problemas globales que solo pueden ser atacados por políticas públicas y a nivel internacional como por ejemplo el cambio climático, también existen factores como el desarrollo inmediato de amplias redes de opinión a través del desarrollo brutal de las tecnologías de comunicación, estos factores hacen posible una cadena de información necesaria para la movilización de grandes masas”.
      Para muchos marxistas no solo el materialismo histórico prevalece como la interpretación más válida de la historia del hombre sino que nos da las bases para entender con certidumbre que el capitalismo como tal es también un paso transitorio hacia una sociedad distinta, una sociedad en la que el hombre buscaría ser más libre, una sociedad más humana. Decía Bernard Shaw “el enorme descubrimiento de Marx es que este sistema en el que nacimos y que infortunadamente nos parece cada vez más inhumano eventualmente será esa enorme nube que desaparecerá”, las crisis del sistema eventualmente lo harán insostenible y las semillas de un nuevo sistema sin duda se han plantado si bien aún no son tan reconocibles y son negadas por el propio sistema capitalista, cada vez más feroz e inhumano.

    Citando de nuevo a Miren Etxezarreta, cuyo artículo me pareció una inspirada síntesis:
“Es la dinámica de un sistema insaciable que necesita devorar más y nuevos recursos –humanos, naturales, financieros– cada día. Todas las medidas son insuficientes. Controladas las periferias, tratan ahora de apoderarse del centro del sistema: se hunde la periferia europea más débil, después van a por España e Italia, se comienza a mencionar a Bélgica e incluso a la potente Francia. Por primera vez se pone en cuestión la fortaleza de Estados Unidos. Algunos afirman que son los síntomas de un importante cambio de poder: la decadencia del poder del hasta ahora centro a la consolidación del poder de los países emergentes. En cualquier caso, el sistema es cada vez más inestable, cualquier cambio lo altera, las turbulencias son crecientes y no cesan. Las crisis, más frecuentes.
¿Puede mantenerse, sobrevivir, un sistema de estas características?, ¿o asistimos más bien a la inviabilidad del capitalismo, fagocitado el poder por sus mismas fuerzas? ¿Es Saturno devorando a sus hijos por miedo a perder el poder?”

Interesantes preguntas.

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