24 jul 2010

Lluvia constante...

La lluvia ejerce sobre mí un magnetismo difícil de expresar en palabras. Veo mi ventanal y la ciudad se ha recortado, la vista da para cubrir solo un par de cientos de metros en la gris cortina que la envuelve. La humedad se siente dentro, cala. El rumor de las gotas sobre los vidrios, sobre las calles envuelve de sopor todo distractor en mis pensamientos.
Lo sola imagen de pensarse a descubierto, bañado por esta tenaz lluvia que dura ya un par de días, es una experiencia que acerca el concepto de libertad, sin contubernios ni tenazas a situación alguna. La lluvia purifica, sanea y limpia el cuerpo de mundos sin remedio, de podredumbre humana y material. Y sin embargo... opto por quedarme al abrigo de ella desde el otro lado de mi ventanal, encerrado en decenas de asuntos y problemas que toman su lugar en cientos de enlaces neuronales, en busca de las mejores ideas, palabras, soluciones y salidas. Y me limito a disfrutar imaginando que la lluvia me baña, me descarga.

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